NO NOS BASTA LA MEMORIA SOBRE LA VIOLENCIA, “PARA QUE NO SE REPITA”

Por Admin AD / 24.02.2015

Educar en derechos humanos e incorporar la vivencia de los derechos humanos en la educación sigue siendo una tarea impostergable.


NO NOS BASTA LA MEMORIA SOBRE LA VIOLENCIA, “PARA QUE NO SE REPITA”

Escribe Miluska Rojas
Secretaria Ejecutiva del Movimiento Ciudadano Para Que No Se Repita

Cuando una sociedad niega el crimen, que todos conocen, cuando el horror se sabe pero no se admite, el mensaje edulcorado de inocencia y de buenaventura para el porvenir es (en la transmisión entre las generaciones) un efecto de impostura y de mentira. No hay un agujero de la memoria. No se puede dar vuelta a la página y encontrarla en blanco para inscribir un porvenir radiante. La transmisión de la impostura y la mentira tiene efectos destructivos en la mente y en el lazo social, es decir, en la trama psíquica y transpersonal de la organización subjetiva y la construcción identitaria. (Marcelo Viñar, “Resistencias contra el olvido”, 2007 p.30)

Hace un tiempo, en el Movimiento ciudadano Para que no se repita (PQNSR), venimos preguntándonos cómo abordar y contribuir a la solución de las “demandas actuales” y a la agenda que dio origen a este movimiento: implementación de las recomendaciones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). Esto, en un contexto donde la inmediatez o urgencias de las agendas de “hoy” parecen rebasar nuestras capacidades, y donde las principales fuerzas políticas pugnan por desestimar los hechos de violencia y las responsabilidades señaladas en el informe CVR.

Las y los ciudadanos que integramos este movimiento hacemos esfuerzos denodados para no dejar de atender ni unas ni otras demandas en nuestras comunidades.

Anualmente conmemoramos la entrega del Informe final de la CVR, incidimos a favor de esta agenda, y nos acercamos a adultos y jóvenes, a través de las redes sociales y de manera directa, con la esperanza de sensibilizarlos “para que no se repita” la violencia vivida entre 1980 a 2000; nuestros esfuerzos no siempre satisfacen nuestras expectativas.

Los adultos, aunque de distinta manera, suelen sintonizar con negación, indignación, temor o rechazo los hechos reseñados en las instalaciones, conversatorios, vídeo foros, afiches, volantes que sobre la “violencia política” sabemos producir. En cambio, entre los jóvenes y adolescentes, una gran mayoría, suele sorprenderse del horror vivido en el país. Estos hechos pertenecen a una época “no vivida” entre quienes, acostumbrados a los apagones o fuera del país, vivimos sin temor los 80s protegidos por nuestros padres; para los nacidos a partir de los 90s es una época que se niega o esquiva en el diálogo familiar cotidiano. Algunos de estos jóvenes en su afán por entender nuestro accionar nos suelen interrogar: ¿Para qué hablar del pasado?, ¿qué tienen que ver ellos con el pasado?, ¿por qué importa ahora?, ¿para/por qué queremos conmoverlos?,- ¿Cuáles son nuestras intenciones?-.

Nosotros, interpelados, nos hemos preguntado: ¿cómo comunicarnos  con aquellos que han sido afectados pero lo niegan?, ¿cómo conectar con los jóvenes?, ¿cómo conectar “el pasado” a “su presente”? Si conectar ese “pasado” a “su presente” los aproxima a mejores decisiones. Si los jóvenes terminarán incrementando la tendencia estadística de peruanos y peruanas que “aparentemente” refrendan la corrupción y la violación de derechos humanos como hecho natural de los gobiernos y modo de subsistencia.

Reconocemos que los y las jóvenes tienen otros códigos, nuevos intereses

Para entrar en su agenda la sensibilización no basta, no da para sostener su formación ciudadana o la convivencia saludable. Creemos que debemos resistir contra el olvido; que ampliar (o iniciar por) el debate de las causas de la violencia requiere de estrategias que integren la vivencia individual con la colectiva, lo intelectual con lo afectivo, y de la inclusión de los grupos con posiciones distintas. Invitando, por encima de todo, a las personas a hacer su proceso de descubrimiento de este “pasado” y no a repetir frases hechas o decálogos que no se cumplen. Explorar la dimensión pedagógica y política de la memoria nos ayuda a identificar los obstáculos que impiden o postergan el goce de los derechos.

Educar en derechos humanos e incorporar la vivencia de los derechos humanos en la educación sigue siendo una tarea impostergable. Ella implica estar dispuestos a  reconocer con empatía los procesos o etapas de desarrollo de las y los niños, adolescentes y jóvenes, sus vivencias, sus intereses, sus capacidades y su derecho a recrear su identidad y sus prácticas de convivencia con las y los otros de distintas generaciones, y de tomar decisiones producto de sus propias experiencias y reflexiones. A pesar de las falencias del sistema educativo, de las secuelas que dejó en este la violencia, de nuestras expectativas, y las resistencias, temores y esperanzas que despiertan en la escuela, en los entornos familiares y en la colectividad las prácticas de autonomía e igualdad.  Vamos descubriendo la necesidad de profundizar en este reto, para que no se repita.

 

Publicado en bartoloopina.bcasas.org.pe


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