Por Miluska Rojas
Secretaria Ejecutiva del Movimiento Ciudadano "Para Que No Se Repita"- PQNSR

Hace unas semanas dos usuarios de facebook crearon un evento en facebook para mostrar su desacuerdo con la existencia del Memorial El Ojo que Llora, y para convocar a 244 usuarios de la red a cometer el acto vandálico de demoler el memorial el 28 de julio de 2016, sin autorización de por medio, luego de las próximas elecciones presidenciales.

Las razones de esta convocatoria no se sustentan en la verdad o el reconocimiento a las víctimas de la violencia  (civiles y no civiles), ni en la búsqueda de superación de los dolorosos hechos que nos dejó esta época de violencia. Época nefasta, y que continúa presente en la memoria de todos y todas las afectadas directas, e incluso entre quienes pretenden negar los hechos o los que prefieren no recordar.  
Este llamado busca traer abajo lo avanzado como una manifestación del ejercicio del poder (¿suena familiar?).  Situar en el imaginario de los simpatizantes del grupo político de su elección que la historia y la memoria de la violencia en el Perú debe ser escrita por quienes abusaron ayer del poder. Por quienes no solo dañaron o cambiaron los proyectos de vida de las familias afectadas por la violencia, sino también el de nuestra sociedad; y en ella, la honra de instituciones que lejos de modernizarse fueron condenadas a actuar en la precariedad, antes y después de esta época. Instituciones que hoy pierden legitimidad a pesar de los esfuerzos de incorporar los derechos humanos en sus currículos de formación. Toda vez que, la resolución de conflictos o las prácticas de corrupción impiden mostrar adecuadamente el apego por el reconocimiento de los derechos humanos y el ser humano como prioridad del Estado.

Este llamado no honra a la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas, no busca la atención de sus demandas, su modernización, ni el incremento del respeto del ciudadano hacia ambas instituciones; las daña. Es honroso decir la verdad, otorgar a la justicia los nombres de los verdaderos responsables, reconocer que mientras no comprendamos las causas y daños de la violencia de 1980 a 2000, seguiremos errando como sociedad.